Instantaneas

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jueves, 7 de abril de 2016

XXIII - Guerra Civil

   Han pasado 2 años desde el final de la Guerra Civil que casi destruye a la poderosa Horda, en donde Garrosh Grito Infernal le dio las espaldas a sus hermanos y se lanzo a la búsqueda de poderes oscuros. Snotling al principio de esta Guerra Civil, permaneció fiel a Garrosh pero según fue pasando el tiempo se dio cuenta de que los elementos no le hablaban y así descubrió el terrible secreto de Garrosh. Los chamanes oscuros Kor'kron estaban torturando y esclavizando a los elementos para usarlos en batalla y los elementos cautivos rogaron a Snotling y a todos los chamanes de Orgrimmar que les salvaran. Snotling tras descubrir ésta verdad huyó de la ciudad y poco después se enteró del intento de asesinato de Vol'jin, por lo que se puso en contacto con los Lanza Negra para buscar protección y esconderse. Después de que la Alianza y los rebeldes lucharan contra Garrosh y lo vencieran, Vol'jin se alzó con el puesto de Jefe de Guerra por lo que la hermandad que unía a la Horda y que la hacia fuerte volvió a ser grande.
   Poco después fue el juicio de Garrosh en Pandaria pero escapó a Draenor del pasado en otra dimensión, por lo que se ha lanzado una guerra hacia ese mundo a través del Portal Oscuro, gracias a Khadgar. Snotling en ese tiempo se unió a una naciente pero sangrienta hermandad llamada Vengeful Horde en donde mató a todo alianza que se encontró y lanzaron sangrientos asaltos a Ventormenta y otros sitios estrategicos de la Alianza.

   En la noche de Draenor se ven a dos figuras hablando a la luz de un fuego:

-Snotling: "El último asalto ha sido un desastre, nos cogieron el flanco y casi nos destrozan."
-Bloodjol: "Cierto, pero menos mal que tus hermanos de Vengeful Horde son tan resueltos y pudimos darle la vuelta, aunque se nos escapó el objetivo."
-Snotling: "Ya lo se, ya le cogeré vivo y lo mataré por mi mano."
-Bloodjol: "¿Qué piensas hacer?"
-Snotling: "No lo tengo pensado aún, pero ya lo veré."

   Pasaron toda la noche charlando en el fuego, mientras en otro sitio muy lejano alguien se dedicaba a forjar una armadura del color del fuego y a imbuirle con el poder de los elementos, en este caso del fuego. En una esquina de la forja se encuentran apoyadas dos mazas que fueron robadas en el pasado. Al amanecer del séptimo día, el forjador termina el trabajo y coloca el casco en el perchero mientras mira el amanecer y suspira lentamente; una vez ha tomado el contenido de un cuenco que se encontraba encima de una mesa cercana, se sienta en el suelo y comienza a meditar para entrar en armonía con los espíritus que le susurran que pronto llegará el momento de entregar a su propietario la armadura recién forjada y las armas robadas.