Poco después fue el juicio de Garrosh en Pandaria pero escapó a Draenor del pasado en otra dimensión, por lo que se ha lanzado una guerra hacia ese mundo a través del Portal Oscuro, gracias a Khadgar. Snotling en ese tiempo se unió a una naciente pero sangrienta hermandad llamada Vengeful Horde en donde mató a todo alianza que se encontró y lanzaron sangrientos asaltos a Ventormenta y otros sitios estrategicos de la Alianza.
En la noche de Draenor se ven a dos figuras hablando a la luz de un fuego:
-Snotling: "El último asalto ha sido un desastre, nos cogieron el flanco y casi nos destrozan."
-Bloodjol: "Cierto, pero menos mal que tus hermanos de Vengeful Horde son tan resueltos y pudimos darle la vuelta, aunque se nos escapó el objetivo."
-Snotling: "Ya lo se, ya le cogeré vivo y lo mataré por mi mano."
-Bloodjol: "¿Qué piensas hacer?"
-Bloodjol: "¿Qué piensas hacer?"
-Snotling: "No lo tengo pensado aún, pero ya lo veré."
Pasaron toda la noche charlando en el fuego, mientras en otro sitio muy lejano alguien se dedicaba a forjar una armadura del color del fuego y a imbuirle con el poder de los elementos, en este caso del fuego. En una esquina de la forja se encuentran apoyadas dos mazas que fueron robadas en el pasado. Al amanecer del séptimo día, el forjador termina el trabajo y coloca el casco en el perchero mientras mira el amanecer y suspira lentamente; una vez ha tomado el contenido de un cuenco que se encontraba encima de una mesa cercana, se sienta en el suelo y comienza a meditar para entrar en armonía con los espíritus que le susurran que pronto llegará el momento de entregar a su propietario la armadura recién forjada y las armas robadas.
Pasaron toda la noche charlando en el fuego, mientras en otro sitio muy lejano alguien se dedicaba a forjar una armadura del color del fuego y a imbuirle con el poder de los elementos, en este caso del fuego. En una esquina de la forja se encuentran apoyadas dos mazas que fueron robadas en el pasado. Al amanecer del séptimo día, el forjador termina el trabajo y coloca el casco en el perchero mientras mira el amanecer y suspira lentamente; una vez ha tomado el contenido de un cuenco que se encontraba encima de una mesa cercana, se sienta en el suelo y comienza a meditar para entrar en armonía con los espíritus que le susurran que pronto llegará el momento de entregar a su propietario la armadura recién forjada y las armas robadas.