Instantaneas

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martes, 15 de julio de 2014

VIII - Garganta de Fuego

   Un estruendo sonó de repente y se oyó el avanzar de miles de soldados.  Me sobresalte despertándome y al asomarse no podía dejar de asombrarme,  de la Montaña Roca Negra estaba saliendo un gran numero de soldados Hierro Negro junto a elementales de tierra y fuego.  ¿Es posible que Ragnaros haya vuelto?  Esa idea me inquietaba demasiado, ya que el Señor del Fuego es el mas poderoso de los Señores Elementales.
   Recogí rápidamente el campamento y me dispuse a esconderme en lo alto de las montañas que rodean la Garganta, ya que no estaba dispuesto a quedar en medio de la próxima batalla. Se empezaron a oír tambores de guerra y cuernos de batalla que venían de detrás mía, me gire y vi avanzar a varias maquinas de asedio enanas, arcabuceros, helicópteros gnomos, un gran ejercito enano y gnomo de la Alianza.
   Los enanos Hierro Negro empezaron a cargar contra las filas del ejercito de la Alianza, a destrozar cabezas con las mazas, los elementales a aplastar y quemar a los enemigos; semejante carnicería me dejo perplejo y absorto en la batalla. Después de varias horas luchando frente a las puertas de la inmensa Montaña Roca Negra, la ira se va arremolinando a mi alrededor y cada vez entro más en un estado frenético.

   Me lanzo a la batalla con mis hachas en alto invocando a los lobos elementales y me dispongo a destrozar enanos por doquier, que caen bajo mis pies destrozados. Los enanos se vuelven sorprendidos al verme y empiezan a cargar contra mi, lo que provoca que mi ira aumente y sin darme cuenta me transformo en un Ascendiente elemental que empieza a destrozar carne, armaduras y todo lo que pilla en polvo, avanzando sin que ningún miembro Hierro Negro o de la Alianza pueda detenerme. Siento en mi interior que la entidad que llevo dentro está empezando a tomar el control de mi cuerpo, pierdo el control de mis brazos pero sigo destrozando enemigos mientras hablo en alguna antigua y olvidada lengua.
   Cuando recupero el control me encuentro con el campo de batalla silencioso, con un montón de cuerpos destrozados y los buitres dándose un gran festín. Avanzo dando tumbos y al ver un charco veo en mi reflejo algo que me desconcierta bastante, soy un enano férreo; como es posible que haya pasado eso. De repente me giro y me dirijo hacia las puertas abiertas de la Montaña Roca Negra bajo un oscuro propósito.

   Mientras tanto en Forjaz, el Consejo debate acerca de la derrota en la Garganta de Fuego, aunque los informes reflejan que no ha habido ningún superviviente y se habla de un orco solitario que se lanzo al ataque con una ferocidad que no se había visto desde la Horda demoníaca de la 1ª Guerra entre Orcos y Humanos.